Este viaje a París estuvo marcado por una espesa niebla y un clima frío y húmedo. Esto confería a los edificios cierto revestimiento onírico realmente atractivo.
Las miradas de las gárgolas, que se fijan en la ciudad desde hace siglos, parecen observar, atónitas o divertidas, las vidas de los parisinos y los turistas. Siempre hay que volver a París.
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