Para apreciar toda la belleza que subyace bajo el inhóspito clima de Haworth, en la violencia de su incesante viento, en la aspereza de los páramos que la circundan, en el estridente y continuo graznido de los cientos de cuervos que lo habitan, en la milenaria piedra, florecida en verde, con la que sus habitantes construyen sus casas y templos, y , en definitiva, en el ambiente lóbrego, pero extrañamente reconfortante de su paisaje, hay que haber leído "Cumbres Borrascosas". Sólo paseando las mismas escarpadas sendas y reflexionando frente al mismo lúgubre cementerio que hay junto a los aposentos de la joven escritora, uno entiende que Haworth es el único sitio posible en el que podía surgir una novela así. El pueblo de las hermanas Brontë es un lugar de obligado peregrinaje para cualquier amante de la literatura, así como Nueva York es el destino de cualquier aficionado al cine. Toda una experiencia literaria y vital.