El patrimonio arquitectónico de Budapest, por su amplitud y magnificencia, es de los más impresionantes de Europa. No obstante, una falta de previsión en cuanto a su cuidado y mantenimiento han convertido a la ciudad en un recuerdo de tiempos mejores, cuando la única capital de Europa con fuentes termales naturales se enorgullecía de mostrar a los viajeros uno de los destinos más hermosos del mundo, con edificios de corte modernista, calles y avenidas elegantes y música por todas partes. Hoy día, Budapest sigue siendo un festín para los ojos, ya que pocas ciudades atesoran unas vistas tan bellas, pero la ciudad evoluciona bañada por cierta pátina decadente, que se nota en las casas, los escaparates, las bocas de metro y en la gente, y que otorga un encanto extra a la ciudad, alejándola de ciudades como Viena o Berlín, pero conservando una personalidad única e irrepetible.