Para los aficionados a la escultura, como una forma de arte que juega con la luz y el espacio, Florencia es la locura. Es abrumadora a los ojos y al alma. Cada rincón, cada esquina, cada fachada, merece una mirada amplia y sosegada. Todo parece estar impregnado por un hálito intemporal y
etéreo que sumergen a la ciudad en una especie de isla, independiente y ajena al resto del mundo.
La últimas foto no es de Florencia, sino del Louvre y la Gliptoteca de Munich.
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