Matemáticas

viernes, 13 de septiembre de 2019

Varsovia y Cracovia


Polonia es un país peculiar. Pocas naciones en Europa han sufrido los avatares de las guerras y las invasiones como este inmenso país, situado en plena encrucijada, entre Europa y Rusia. Me asaltan sentimientos encontrados y hasta antagónicos cuando recuerdo mi visita a estas dos ciudades, las más importantes de Polonia. Por una parte, me abrumó la belleza de sus paisajes, tanto urbanos como naturales: ambas ciudades están llenas de rincones especialmente pintorescos, edificios espectaculares (algunos de ellos de construcción reciente pero replicando construcciones históricas) y plazas hermosas con todo el sabor de la vieja Europa; los campos son igualmente bellos, grandes praderas y bosques, salpicados de campiñas, arroyos y aldeas de cuento antiguo. Por otra parte, sus gentes, seguramente condicionadas por el terrible pasado de su patria no son especialmente acogedoras con el venido de fuera. Las miradas de desconfianza, e incluso en algunos casos de manifiesta hostilidad, surgen en muchos comercios (no en todos, de hecho en algunos lugares exhiben una gran hospitalidad), y eso influye en el concepto que el turista desprevenido se crea del pueblo polaco, un pueblo con la compleja mezcla del carácter europeo y el ruso.