Un altísimo porcentaje de las vidrieras medievales del mundo se encuentran en Chartres, un hecho que por sí solo ya merece una visita a esta ciudad; pero los coloridos vitrales no son el único vestigio del medievo presente en dicha ciudad. En cierto sentido muchas de sus calles y edificios parecen aún anclados en esas edades oscuras, y la propia fisonomía de la villa, con sus calles estrechas y empinadas y su excelentemente conservada arquitectura, evoca el misterio de esos años. Aunque la joya de la ciudad es su imponente catedral, desde la que se domina todo su contorno, y cuyo interior coloreado por las vidrieras es toda una revelación, no hay que dejar de pasear por su barrio medieval, o visitar su maravilloso Museo de la Escuela.